jueves, 6 de diciembre de 2007

Michel Houellebecq en Argentina: "No soy un cínico, soy un romántico"

No llegué a descargar las fotos que Patricio tomó con mi celular, tampoco tengo el audio, ni la desgrabación, aunque una buena parte pueden encontrarla acá. Pero no quería dejar de decir algunas cosas, compartir ciertas sensaciones antes de que se escapen para siempre.

Michel Houellebecq se presentó anoche en la Alianza Francesa y a pesar de que su personaje de provocador full time lo precede como las risas idiotas del auditorio, mostró que todavía puede aportar algunas notas lúcidas a la sinfonía de sordos que nos aturde por estos días.

En primer lugar, recuperó el valor de una mirada sociológica mucho mejor que varios representantes académicos. Habló de los intelectuales que lo atormentan, de esa corriente que a partir de la Revolución Francesa y hasta principios del siglo XIX se dedicó a pensar una sociedad nueva, una humanidad para armar. Iluministas, positivistas y funcionalistas, con sus sueños de progreso que se fundieron al calor Hiroshima todavía tienen algo para decir cuando Houellebecq los hace hablar.

Claro que su evocación estuvo teñida de cierta nostalgia imperialista francesa: Comte, Alexis de Tocqueville, Fourier, los arquitectos del nuevo mundo. Mención aparte para Marx, a quien le dedicó un par de balazos como "se cobró las apuestas hechas por otros" o "la reducción a lo económico no sirve en absoluto". No obstante, dos minutos después no dudó en afirmar que 40 años de historia se explicaban en dos páginas de economía. Contradicciones entre pensador y personaje.

En el final, logró esquivar las preguntas que apuntaban a sus rutinas como escritor, tan usuales en este tipo de presentaciones. Las pocas frases que dedicó al oficio fueron para cuestiones que parecía tener muy resueltas en algún lugar detrás de su angulosa nariz y que revoleó a desgano, mientras sus dedos de ardilla estrangulaban la banda elástica de una Moleskine. Van algunas:

"Los escritores beben por la misma razón que lo hacen los obreros: porque realizan un trabajo de fuerza".

"El arte funciona al revés de la democracia: si uno toma en cuenta la opinión de varias personas el resultado es mediocre".

"No soy un cínico, soy un romántico, pero hay que tener en cuenta lo oscuro".

martes, 20 de noviembre de 2007

La ruta del tentempié

Terry Gilliam, el genial director de películas como Brazil y Doce monos, se cargó al hombro la complicada misión de llevar al cine la novela de Hunter S. Thompson Miedo y asco en Las Vegas. Como en toda adaptación de un libro de culto, tenía poco por ganar, además de los millones que los fanáticos del gonzo dejarían en la taquilla. Sin embargo, la película conserva cierta dignidad y hasta tiene algunas escenas brillantes.

Jhonny Depp es Raoul Duke -alter ego de Thompson- y un sobreactuado Benicio del Toro, interpreta al Dr. Gonzo. Al igual que en el libro, los dos amigos llegan a Las Vegas en 1971 para cubrir una carrera de motos por encargo de la revista Sports Illustrated y una convención de la policía antinarcóticos para Rolling Stone. A modo de acreditación, llevan una valija repleta de todo tipo de drogas en el baúl del auto.

El resultado es un viaje lisérgico y bizarro al fin de una época. En plena guerra de Vietnam el sueño de la contracultura americana estalla en pedazos y dos freaks que nunca se lo creyeron del todo están ahí para atestiguar la caída. La película empieza así...



domingo, 11 de noviembre de 2007

Mescalito - Hunter Thompson

"Dios, las 6:45 y la mescalina ya se ha apoderado seriamente de mí. La carcaza metálica de la máquina de escribir ha virado de un verde opaco a una especie de azul fluorescente, las teclas centellean, rutilantes... Yo más o menos levito de la silla y quedo suspendido -no estoy sentado- frente a la máquina. Un brillo extraordinario lo recubre todo".

Los Ángeles, febrero de 1969. Una habitación de hotel, un avión a punto de partir, el fondo de una lata de cerveza y una cápsula de mescalina y anfetas. Thompson, como siempre, está solo y advierte: "Cualquier reacción será extrema". Después, está la crónica. Apenas un accidente, un resto carbonizado que permite deducir el estallido del volcán. El fuego pasó por allí y arrasó con todo.

Si queremos creer que Thompson es un periodista -el creador del gonzo que algunos descubrieron mal y tarde-, tenemos que empezar por aceptar que jamás vaya en busca de ninguna noticia. Él es la noticia. Siempre lleva una pistola bien cargada y un frasquito con pastas. Siempre está a punto de matar o morir. Ah, sí, entretanto escribe. Y al resto de los mortales nos queda su prosa, como la silueta de un cadáver delineada con tiza sobre el pavimento.

Mescalito es una joya. Tres relatos, poco más de 60 páginas en las que el autor de Miedo y asco en Las Vegas se despacha con un viaje alucinógeno, el suicidio de un poeta amigo y la apasionada relación amorosa de Raoul Duke -alter ego del propio Thompson- con su gato. La traducción es de Juan Forn, tan sutil e inmenso como siempre.

Nadie sabe cómo el tipo que ostentó durante más de treinta años el cargo de editor de Asuntos Nacionales de la revista Rolling Stone llegó a cumplir los 60 para volarse la cabeza una noche cualquiera de febrero del 2005 en su casa de Colorado.

En ese mismo distrito, 35 años antes, estuvo a punto de ganar las elecciones para intendente por el partido Freak Power. Durante la campaña había prometido despenalizar el consumo de drogas, convertir buena parte de la ciudad en parques públicos y prohibir los edificios altos porque no permitían apreciar el paisaje. El resto ya es leyenda.

Ficha
Mescalito
Hunter S. Thompson
Editorial Emecé
2007
Precio: $29

Para leer

sábado, 3 de noviembre de 2007

La música de las palabras

Antes de ser escritor, Paul Bowles fue un gran compositor. Tal vez por eso, su trabajo con las palabras siempre tuvo una impronta musical. Para él estaba muy claro que lo importante no era la anécdota que contaba, sino la capacidad de emocionar a partir de una acertada combinación de tonos.

En la película basada en El cielo protector que filmó Bernardo Bertolucci a principios de los '90, el director eligió cerrar el film con una imagen del propio Bowles leyendo uno de los párrafos más famosos del libro. Como en el último movimiento de una sinfonía, las palabras del protagonista Port Moresby llenan el aire con una melodía que volverá una y otra vez.

"La muerte está siempre en camino, pero el hecho de que no sepamos cuándo llega parece suprimir la finitud de la vida. Lo que tanto odiamos es esa precisión terrible. Pero como no sabemos, llegamos a pensar que la vida es un pozo inagotable. Sin embargo, todas las cosas ocurren sólo un cierto número de veces, en realidad muy pocas. ¿Cuántas veces más recordarás cierta tarde de tu infancia, una tarde que es parte tan entrañable de tu ser que no puedes concebir siquiera tu vida sin ella? Quizá cuatro o cinco veces más. Quizá ni eso. ¿Cuántas veces más mirarás salir la luna llena?. Quizá veinte. Y, sin embargo, todo parece ilimitado".

En este fragmento del documental The complete outsider, Bowles explica algo de esa obsesión por las palabras.

"Lo que dice la novela no es importante para mí. El tema es cómo está dicho, cómo se unen las palabras, de qué manera se forma una buena oración. Después de todo, no hay nada en la escritura más que palabras. La creación de personajes amigables o fascinantes tramas, no creo que eso funcione. Funciona para el gran público, seguro. Pero no para mí. Yo soy sólo una persona más, pero soy el que escribió estos libros y para mí lo que importa es el lenguaje".



sábado, 27 de octubre de 2007

Días y Viajes - Paul Bowles

Me pregunto por qué me cuesta tanto escribir sobre ciertos autores como Bowles, Bolaño o Walsh. Me respondo lo esperable: me importan demasiado. Y es que para quienes no tenemos otra religión que la literatura, cualquier invocación resulta escasa a la hora de nombrar a ciertas divinidades. Sin embargo, sé que algo de ellos anidó en mí y allí vivirá por siempre, reseñas y falsificaciones al margen.

Un viejo libro de relatos de Paul Bowles me ayudó a cruzar el Atlántico para unir la Isla Tortuga de Salgari, con el Hafa Café marroquí, donde los fumadores de kif se juntaban a intercambiar historias del desierto, de cara al estrecho de Gibraltar. Ese viaje me enseñó a crecer sin miedo, me demostró que si lo deseaba de corazón, las aventuras no se terminarían con la colección Robin Hood.

Desde entonces, he buscado cada una de las páginas del nómade con esa pasión que sólo pueden entender los fetichistas del libro. Pregunté por él en cada feria, en cada librería, en todas las bibliotecas que visité. En los lugares más insólitos logré conseguir sus novelas, las narraciones de viajes, las memorias, las cartas. A lo largo de los '90 casi toda su obra estuvo más o menos accesible en Argentina, pero se perdió pronto y hoy sólo es posible dar con clásicos como El cielo protector o alguna antología de cuentos. Por eso cuando algunas semanas atrás encontré Días y Viajes en el Parque Rivadavia tuve que hacer un esfuerzo para que el vendedor no notara que estaba dispuesto a pagar lo que me pidiera por ese ejemplar ajado de menos de 200 páginas. Como para confirmar que el objeto mágico esperaba también por mí, el precio fue casi simbólico.

Después de tres años, tenía por fin algo nuevo de Bowles para leer, aunque debo confesar que no albergaba grandes esperanzas. El librito parecía uno de esos típicos compilados ideados por algún editor inescrupuloso capaz de publicar hasta una lista del supermercado con tal que lleve la firma de algún escritor de culto. La primera parte, Días, se vende desde la solapa como el "único diario existente de Paul Bowles, que relata su vida entre 1987 y 1989, centrado en Tánger". Ya en el prólogo, el viejo taimado destruye el mito y aclara que el diario fue un pedido de su agente y que él se limitó a hacer "lo que podía" por el proyecto, con el único objetivo de demostrar cómo las horas del día "pueden llenarse de trivialidades".


El resultado incluye retazos de la cotidianeidad de un Bowles que a los 78 años recibe la visita de todos los que están de ida por su vida y su obra. Así pasan por su casa de Tánger Bernardo Bertolucci -que prepara la película basada en El cielo...-, Patricia Highsmith, los Rolling Stones y hordas de periodistas de los principales medios de Europa que acuden en busca de unas palabras del gurú, con el oscuro deseo de que puedan ser las últimas.

La segunda mitad, Viajes, resulta mucho más potente. La prosa de Bowles aparece en su faceta más despojada y jugosa para dar cuenta de teritorios tan reales como inimaginables. París, Fez, Madera, Taprobane y, por supuesto, Marruecos, se desgranan en miles de cristales bajo los ojos de un viajero lisérgico que logra como nadie sintetizar el movimiento externo y el interno llevando al límite las posibilidades de la crónica. Es que Bowles no se apropia del género; lo agota, lo rompe en mil pedazos. Y nos hace desear que el viaje no termine nunca.

Ficha
Días y Viajes
Paul Bowles
Editorial Seix Barral
1993

Para leer

domingo, 14 de octubre de 2007

La biblioteca de Alejandría

El sábado a la mañana un asunto familiar me llevó junto con mi hermano de excursión hasta Ezeiza. Arrancamos temprano y volvimos después del mediodía, con la mirada fija en la vías de ese tren que unió nuestra infancia y hoy sigue atravesando escenarios imposibles.

El ramal Cañuelas del Roca todavía traquetea con los vagones originales de cuando se electrificó el servicio, allá por mediados de los '80. Los asientos naranja se hamacan al ritmo de una cumbia zumbona y los vendedores ambulantes pasan uno tras otro. Pilas, medias, golosinas y una novedad: CDs con compilados que no hace falta probar porque el tipo los lleva sonando a todo volumen en un equipo a pilas colgado del hombro.

Miro por la ventana, nos acercamos a Banfield. Los acordes del último hombre orquesta se alejan hacia el fondo del vagón y los reemplaza la voz de un nuevo vendedor que anuncia con ganas "Julio Verne, Cortázar, Borges". Mi hermano me mira. "Bucay, Coelho, libros de autoayuda, de medicina, de matemática, enciclopedias". Levanto la cabeza esperando encontrar un viejo vendedor de literatura de cordel. "Más de mil libros para leer en la PC", aclara entonces la voz y el brazo agita un CD por sobre las cabezas de los pasajeros. Cuando por fin se acerca, mi hermano ya tiene un billete de $5 en la mano. Pero el librero digital y ambulante sabe que su oficio no es como el del vendedor de medias. Por eso, antes de entregarnos la fuente de la sabiduría nos regala una explicación acerca de cómo la cultura está ahora "al alcance de la mano".

El CD, que incluye software pirata como corresponde, trae 2.500 ebooks de toda índole. Los nombres se mezclan en una ensalada imperdible regida apenas por el (des)orden alfabético: 16 libros de Ambrose Bierce conviven con las Crónicas de Narnia, América de Kaflka se cruza con toda la saga de Harry Potter, Vigilar y castigar aguarda tras los Nueve libros de la Historia de Heródoto.

Cuando bajé en Constitución me descubrí guardando el disco en la mochila y acariciando las tapas ajadas de los poemas de Paul Bowles que suelo llevar como talismán de viaje. Por los altoparlantes de la estación un grito de lata hablaba de un servicio interrumpido.

viernes, 5 de octubre de 2007

Placeres prohibidos

Unicef puso en marcha una campaña para promocionar la lectura entre los adolescentes. Más allá de la efectividad o no del recurso y de las sospechas que despierta el biblio-marketing en cualquiera de sus formatos, la idea es original. La agencia europea que diseñó los afiches eligió alejarse de las moralinas del tipo "dejá el paco, volvé con tu novia", tan habituales a la hora de evangelizar juventudes, y apostó por el deseo.


"Si leer estuviera prohibido, ¿estarías tentado de probar?", arriesga el eslogan. Mirá y tentate.



Vía: capitulodos

viernes, 28 de septiembre de 2007

El reencuentro de Viola y el barón

En su disco Ofrenda, editado en 2001, Pedro Guerra incluyó una canción inspirada en un fragmento de El barón rampante: el del regreso de Viola y su reencuentro con Cosimo, quien le jura que ha cumplido su promesa de no bajar nunca más al suelo. Ella lo desafía: "Haz vivido trepado a las ramas y los árboles, sólo por mí". Él acepta.

Alguna vez me gustó mucho la música de Pedro Guerra, alguna vez también comencé a alejarme. Y hoy me cuesta escucharlo. Me pasa con muchos músicos de mi adolescencia y también con algunos escritores -Benedetti, por ejemplo-. No sé si es aburrimiento o falta de espesor en las propias obras lo que hace que uno se canse. O tal vez la necesidad de ver otros mundos y mezclarse con otros discursos, menos declamativos, menos adjetivados, menos políticamente correctos.

A pesar de todo, aún hay algo del pibe que fui que vive en estas canciones. Temas simples, de los tiempos en que el amor era una sorpresa, el calor las vacaciones y la muerte un problema de otros. Hoy las cosas se han puesto un poco más complicadas.

lunes, 24 de septiembre de 2007

El barón rampante - Italo Calvino

Era la primavera de 1767 cuando Cosimo Piovasco de Rondó, hijo del Barón Arminio, quebró la ceremoniosa atmósfera del almuerzo familiar al negarse a comer un plato de caracoles. Acto seguido, se calzó su tricornio, salió al jardín y se trepó a un árbol. Tenía 12 años. Nunca más bajó.

Era el otoño de 1956 cuando una controfensiva lanzada por el Politburó soviético aplastó la revolución anti estalinista en Hungría que buscaba su propia vía democrática al socialismo. El nuevo gobierno masacró a miles de civiles y suprimió toda expresión política hasta mediados de los años '80. Ése fue el plato de caracoles que rechazó Italo Calvino. Acto seguido renunció al Partido Comunista italiano y con él a la escritura neorrealista, para subirse al árbol de la fábula. Tenía 33 años. Nunca más bajó.

Desde las ramas de un viejo acebo, el mundo cobra nuevas formas y Cosimo empieza a construir su propio laberinto. Se convierte en un vigía ilustrado, obsesionado por acercarse a su comunidad sin resignarse a poner jamás los pies sobre la tierra: "Un solitario al que sólo la gente le importaba". Casi como un ermitaño en París.

Sólo Viola, la hija de los vecinos marqueses de Ondarivia, es capaz de hacerlo trastabillar. Por ella bajaría de los árboles, por ella lo dejaría todo. Sin embargo, cuando llega el momento de elegir, Cosimo se sincera: "No puede haber amor si uno no es uno mismo con todas sus fuerzas". Y ella, reprimiendo las ganas de subir a besarlo, sella la despedida: "Pues entonces sé tú mismo solo".

Fuera de las iglesias, las cortes, las burocracias, apenas si alcanzan las manos para trepar por cortezas arrasadas. Una vida se abre a golpe de machete y no deja leña para quemar cuando llega el frío. Pero en el bosque la noche espera a los amantes que huyeron de matrimonios por conveniencia. Reserva para ellos el mayor compromiso, el de no traicionarse.

Imborrable: el primer encuentro de Viola y Cosimo.

Ficha
El barón rampante
Italo Calvino
Editorial Siruela
2001
Precio: $52

Para leer:

viernes, 31 de agosto de 2007

Ráfagas de felicidad

Rivera Letelier escribe sobre el desierto, mientras el desierto sigue escribiendo sobre él. Las calles polvorientes de Antofagasta se arremolinan en torno a sus ojos oscuros, el eco de las minas aún resuena en su voz y sus dedos se retuercen como hierros cansados.

En esta videoentrevista, el chileno cuenta cómo pasó "de proletario a propietario" y asegura que "no se extraña la explotación" de los tiempos en que trabajaba en las salinas. Pero además explica por qué la escritura cambió su vida y le permitió adueñarse de su tiempo y sus "ráfagas de felicidad".


lunes, 27 de agosto de 2007

El Fantasista - Hernán Rivera Letelier

A la hora de la siesta, mientras "un sol de sacrificio fundía los ánimos de todo lo que respirara sobre la faz de la tierra", los vecinos de la salitrera Coya Sur en el desierto de Atacama vieron llegar a un hombre que caminaba "con la actitud y la pachorra de un crack".

El Fantasista llevaba bajo el brazo una pelota blanca con la que encadilaría al pueblo entero. Nadie había visto jamás algo semejante. Ese hombre era capaz de pasar horas haciendo "jueguito" sin dejar que el balón rozara el suelo. A una semana de la gran final contra sus eternos rivales, los Cometierra de la salitrera María Elena, los hombres y mujeres de Coya Sur han encontrado al "Mesías de la pelota blanca" y no van a dejarlo escapar.

Tal como establecen las reglas de la industria, el pueblo desaparecerá con la salina y sus habitantes se dispersarán por otros campamentos, donde un mismo sol incandescente se ocupará de resecar sus pieles y orear sus almas. Cuando termine el partido de despedida, el desierto volverá a devorar la plaza, el rancho, los recuerdos. Las lápidas del cementerio con sus flores de papel quedarán cubiertas por el polvo.

Entretanto, los coyinos se agitan con la urgencia de saldar cuentas pendientes. Por eso el Tuny Robledo -tímido conductor del equipo- apura su debut con la hija del presidente de la asociación de fútbol, "que cagaba hostias y meaba agua bendita", en el atardecer interminable del último sábado. Por eso el Choche Maravilla promete tres goles, uno por cada polvo que le robó a la gorda bizca, bajo el arco local, en la noche anterior al partido. Por eso el California se escapa con la colorada compañera del Fantasista y le hace recordar todo lo que había olvidado, mientras el Mesías revela por qué no nació para jugar y sólo puede hacer malabares con la pelota. Por eso el hermano Zacarías Ángel vocifera en la calle principal que el pueblo será arrasado a fuego y azufre como Sodoma y Gomorra. Por eso alguien susurra en la sombra del bar su última voluntad antes del fin del mundo: "¡Con tal qué el vino no se convierta en agua nomás, hermanito!".

Rivera Letelier nació en Atacama y trabajó como minero por más de treinta años. Escribía para despuntar el vicio en las interminables noches de la pampa blanca. Jamás se animó a confesárselo a sus compañeros porque "tenía miedo que creyerán que era maricón". Entonces comparaba sus poemas con los de Neruda o los de Octavio Paz y se decía en voz baja "¡Cuánto te falta, huevón!".

Un día, su novela La Reina Isabel cantaba rancheras se quedó con los principales premios literarios de Chile y la industria editorial encontró un nuevo working class hero para explotar. Pero el hombre de la salinas les hizo una finta digna del Fantasista, esquivó los mullidos sillones de los hoteles cinco estrellas y metió una segunda novela, Santa María de las flores negras, en la que relata la matanza de cerca de tres mil hombres, mujeres y niños en una escuela de Iquique, tras la gran huelga de los salitreros en diciembre de 1907. "Tenía que hacer algo por los obreros", explicó, por si quedaba alguna duda.

Ficha
El Fantasista
Hernán Rivera Letelier
Editorial Alfaguara
2007
Precio: $29

Para leer

domingo, 19 de agosto de 2007

Rizomas


Dos films se realizaron hasta ahora a partir de las novelas de Barnes. El primero fue Love,etc, una producción francesa que no tuvo mucha repercusión. Sin embargo, se estrenó en España bajo el nombre de Amor y demás y todavía puede conseguirse en algunos tugurios de la red.

La segunda película, Metroland, llegó a la Argentina en 1999 y muestra a un Christian Bale (American psycho, El maquinista) casi irreconocible. Su pareja es la inglesa Emily Watson (Las cenizas de Ángela, El cadáver de la novia).

El encargado de componer la banda de sonido fue Mark Knopfler, ex líder de Dire Straits y eslabón perdido entre Keith Richards y Brian May. Pero además, como para seguir con el rizoma, Knopfler armó su propio video a partir del corte de difusión, también llamado Metroland.


Conseguí el disco completo hace un par de semanas y debo admitir que es bastante desparejo, pero tiene algunas joyitas como un tema de Elvis Costello y el histórico Sultans of swing de los Straits. Ideal para un domingo de cielos anaranjados.

Para escuchar:

sábado, 11 de agosto de 2007

Antes de conocernos - Julian Barnes

Back to London. Esta vez, con una novela que no se parece a nada y que vibra en esas zonas grises de lo humano por las que Barnes nos guía con sutil experiencia. Palabras elegidas con extrema cautela, ritmos y climas que se suceden en contrapunto y un irresistible aroma a biblioteca bien recorrida componen una prosa obsesiva que se convierte en el mejor registro para hablar, precisamente, de una obsesión.

Graham Hendrick es un académico prestigioso, un historiador medido y poco afecto a las pasiones. Un caballero que jamás tuvo en sus planes perder la cabeza. Hasta que un día decide poner en juego todo su expertise para investigar el pasado de su propia pareja. Y a partir de ese momento la vida, como alguna vez le dijera Borges al propio Barnes, se convierte en una maldita cosa detrás de otra.

La curiosidad y el rigor académico se ponen al servicio esa anomalía del amor que todos sufrimos alguna vez: celos retrospectivos. ¿Quién eras? ¿Qué hacías antes conocernos? ¿Cómo pudiste? y, por lo tanto, ¿Cuándo vas a volver a mostrar la hilacha? Las preguntas aguijonean, cada gesto se vuelve un mal paso de comedia y el horror llega por decantación, como la previsible confirmación de una profecía autocumplida.

En el núcleo de la historia baila la imposibilidad de salvarnos de nosotros mismos, de nuestra propia neurosis. En el centro del laberinto está el regodeo por nuestra propia mediocridad, por demostrarnos hasta qué punto somos capaces de destrozar lo más hermoso que nos ha pasado.

Desde la esquina de enfrente de Abbey Road, Barnes tararea All you need is blood y se pierde entre las brumas de una cama matrimonial, al oeste del Támesis.

Imborrable: el final de la fiesta en la casa de Graham y Ann, cuando él rompe la ventana con un rastrillo.

Ficha:
Antes de conocernos
Julian Barnes
Editorial Anagrama
1997
Precio: $22

Para leer:

jueves, 2 de agosto de 2007

El arte de combinar 28 caracteres


"Lo único que sé hacer es escribir", jura Fresán y cuenta algo de ese viaje que realizó a la velocidad de las cosas, desde la redacción de Cuisine e Vins hasta el trono de la "joven literatura argentina" de principios de los '90.

La relación con los libros y el fascinante proceso de combinar 28 caracteres atraviesan una voz en la que ya se adivinan ciertos tonos y desvelos que aparecerán, tiempo después, convertidos en obra. Pero todavía nada de eso ha pasado. Es temprano, como siempre, y el futuro puede tomar casi cualquier forma.

El audio corresponde a un fragmento de la entrevista realizada por el entonces periodista -hoy gerente y empresario de medios-, Jorge Lanata, en su viejo programa de radio Hora 25, que salía por Rock & Pop y habitaba mis trasnoches a la vuelta del secundario.

domingo, 29 de julio de 2007

Jardines de Kensington - Rodrigo Fresán

Novela, cuento infantil, biografía, clip, documental, videogame: el universo Fresán atraviesa formatos y no admite medias tintas. Su voz se alimenta de cientos de voces. Y tanto se vuelve melodia de borrachos en un bar olvidado de Canciones tristes, como caricia en el aire de una mañana lisérgica en cualquier day in the life londinense.

A caballo entre la belle epoque y los swinging sixties, un nuevo Hook nos conduce a Neverland, ese país de nunca jamás, donde "morir ha de ser una aventura tremendamente formidable". Allí espera sir James Matthew Barrie, el oscuro creador de Peter Pan, el hombrecito que guarda entre sus manos las llaves de Kensington Gardens.

Parados en la roca de los abandonados, Lennon y Barrie vuelven a hablar para nosotros. Para todos aquellos que aprendimos a volar muy bien "para luego aprender a estrellarnos todavía mucho mejor".

Nos piden que abandonemos el estúpido empeño de crecer, ese sueño de la razón que sólo conduce a la locura. Nos piden que aceptemos, de una buena vez por todas, nuestra condición de niños eternos.

Las facturas de la vida, ya se sabe, llegarán tarde o temprano a las puertas baleadas del Dakota o a los oscuros callejones de Sad Songs y ya no habrá tiempo para nuevos juegos. Aparecerán, a cambio, las infalibles señales de la vejez. La honra hollywoodense maquillará nuestro pasado e imprimirá nuestras manos en el cemento fresco de sus veredas, de sus cementerios.

Entonces, habrá que terminar la novela y aplaudir bien fuerte para que no se apague la luz de Tinker Bell. Para que nunca mueran las hadas.

Imborrable: la infancia de Hook y el relato de las fiestas que organizaban sus padres en los '60.

Ficha
Jardines de Kensington
Rodrigo Fresán
Editorial DeBolsillo
2003
Precio: $21

Para leer:

miércoles, 18 de julio de 2007

Escribir, perder el tiempo y tirar televisores

En esta entrevista realizada por la gente de la Audiovideoteca de escritores del Gobierno de la Ciudad -hoy amenazados por el desguace que pactaron Telerman y Macri-, Cozarinsky le pone nombre a los silencios, a la falta de ganas, a la estupidez que se apodera de uno cuando no se puede escribir.

El reloj de arena se da vuelta en cuanto dejamos el teclado y en ese momento empieza un recorrido que se transita con más o menos angustia. Salir, tomar, jugar al solitario o mirar la televisión hasta, literalmente, necesitar tirarla a la basura. Todo vale, todo es parte de la búsqueda.

Hasta que un día, más temprano que tarde, el mundo se revela tan aburrido y hediondo como siempre. Entonces, sólo queda contar un cuento, como el único antídoto posible para neutralizar el veneno del tiempo.



viernes, 13 de julio de 2007

El rufián moldavo - Edgardo Cozarinsky

Mi abuelo Fernando había nacido en 1910 en Herrera Vegas, una estación del Ferrocarril Oeste, perdida en el pastoso corazón de la provincia de Buenos Aires, muy cerca de Bolívar. Aunque de acuerdo con la versión oficial, el pueblo recién se fundó un año después, lo cierto es que por esos tiempos había allí un almácén de ramos generales, con cancha de paleta y botellas de anís.

Al otro lado del mostrador de madera mi bisabuelo Ramón, dueño del establecimiento, le sacaba lustre a sus sueños de inmigrante y gambeteaba los desplantes de su esposa Luisa, aquejada por el mal de las féminas del siglo XIX: la histeria. Pese a su confinamiento pampeano, la familia se las ingeniaba para estar a la moda.

Fernando era el mayor de los tres hermanos y el primero en saltar el cerco. Con menos de 20 años se descolgaba de su habitación, rodaba por el tejado y caía sobre el césped del jardín, justo delante del Ford A. El coche había que empujarlo unos cientos de metros para evitar que con el arranque despertara a la familia, después darle a la manija y, si había suerte, la noche arrancaba a ochenta y capota baja por los caminos de tierra.

El destino era la Colonia Mauricio -o Algarrobo, en su versión criolla-, un asentamiento de inmigrantes judíos, que había nacido pocos años antes, cerca de Carlos Casares. Allí, la monotonía del campo se llenaba de acentos y melenas rubias escapadas de la Rusia zarista.

Sueños de emperatrices y labios florecientes que los muchachos de Bolívar se esforzaban por arrancar en los últimos compases de algún tango. Después, regresar, en el amanecer del domingo. Esconder el Ford A, dormir unas horas y llegar a tiempo a la misa donde espera la novia católica. La futura esposa, la que no pregunta nada, la que sabe todo.

El rufián moldavo recupera algo de esa pasión burguesa que aparece en las historias de un país donde todos eran tan nuevos, tan recién llegados. Por desgracia, se queda a mitad de camino entre una obra minimalista y una gran novela al estilo tradicional. Pero tiene el mérito de recordarnos hasta qué punto vivimos en un inevitable diálogo con nuestros muertos.

Imborrable: las viñetas del romance tanguero en el prostíbulo Granadero Baigorria.

Ficha
El rufián moldavo
Edgardo Cozarinsky
Editorial Emecé
2004
Precio: $23

Para leer

jueves, 28 de junio de 2007

Información y opinión

Las palabras de Bayer no son nunca balsámicas. No prometen sanaciones, no curan.

Se puede coincidir con él en muchas cosas, disentir en algunas otras, pero es imposible dejar de reconocer esa capacidad de enseñar, de echar luz sobre los territorios más sombríos de nuestra historia.

“Opinión tenemos todos; información, muy pocos”, solía decir mi mejor maestro de periodismo. Y Bayer es una de esas figuras que siempre privilegiaron la investigación como sostén de la militancia. La información por sobre el panfleto.

En esta videoentrevista realizada por la gente de Clarín, rescata algunas anécdotas clásicas, gambetea los trucos de montaje que apuestan a mostrarlo como un viejito pintoresco y vuelve a sacarle la lengua al discurso oficial.


martes, 26 de junio de 2007

Rainer y Minou - Osvaldo Bayer

Tras una vida dedicada a derribar narraciones oficiales, a los 72 años, Bayer decidió escribir y publicar su primera novela. El autor de La Patagonia Rebelde se animó con una historia de amor que también puede ser leída en clave de manual de estilo del romanticismo alemán y que de ficción tiene apenas cierto disimulo en los nombres. "Basada en un hecho real", diría algún locutor de tele, con tono engolado.

Minou, una chica argentina hija de judíos que llegaron al país escapando del Holocausto, gana una beca y viaja a Berlín en plena década del '70 para filmar una película. Allí, es recibida por un alto funcionario del área de cultura, que será el encargado de asesorarla y gestionar el financiamiento oficial para su proyecto.

Reiner encarna en gran medida ese ideal germano casi mitológico de un adonis ilustrado, una especie de semidios caído del Olimpo. Pero detrás del guerrero nibelungo está el recuerdo de su padre, el perro sanguinario, que mandó a morir a miles de judíos en Auschwitz. La tragedia alemana, en bandeja de plata. Cualquier parecido con infiernos locales no es pura coincidencia.

El tufillo repugnante es casi inevitable pero, si el estómago aguanta, se puede ir un poco más allá. Bayer lo logró y nos invita a seguirlo en una recorrida por ese mundo que hay del otro lado de los prejuicios, los golpes bajos y las opiniones políticamente correctas.

La historia de amor, mientras tanto, se va desenredando y a cada paso confirma su imposibilidad. Esos dos seres que el horror ha vuelto tan frágiles no quieren, no deben y -más profundamente-, no pueden ser felices. Porque todo lo que tocan se cubre de espanto.

Los caminos de la pareja se cruzaron alguna vez ante los ojos de Bayer en la agitada Berlín del exilio. En esa ciudad partida Minou elijió vivir con el horror y jugar a vencerlo, creer en el futuro, maquillar la derrota. Rainer prefierió morir como el Werther de Goethe. Su fascinación fue el infinito, el abismo como expresión de su amor sublime, como única redención posible.

Ahora él yace donde nunca quiso estar: junto a su padre, bajo una lápida con nombres familiares. Ella murió hace años. Y ni siquiera lo sabe.

Imborrable: el encierro de Rainer y sus monólogos previos al final, donde flotan los ecos de siglos enteros de filosofía alemana.

Ficha
Rainer y Minou
Osvaldo Bayer
Editorial Planeta
2001
Precio: $32

Para leer

miércoles, 6 de junio de 2007

Discusión perdurable

La excelente tarea del grupo chileno CineSubtitulado me permitió acceder a la película Enduring love -Amor perdurable-, que por estas latitudes se conoce con el nombre de El intruso.

El film, basado en la novela de McEwan y producido por el propio autor, logra generar la misma sensación de ahogo creciente que también proponía el texto. Y eso ya es un acierto. Por lo demás, está condenado al debate interminable sobre las transposiciones: ¿Es mejor el libro, o es mejor la película?.

Por mi parte sólo puedo decir que me siento satisfecho cuando la versión cinematográfica logra dar una vuelta de tuerca sobre el texto, sorprender en algo, romper con el verosímil literario e instalar una narración nueva. Claro que esto no siempre pasa. De hecho, no pasa casi nunca.

Les dejo un fragmento que extraje del comienzo del film: la famosa escena del globo. ¿Está a la altura de lo que imaginamos cuando leíamos la novela? Este post reclama sus comentarios.

martes, 5 de junio de 2007

Amor perdurable - Ian McEwan

Hay algo que McEwan sabe hacer mejor que nadie y es retratar la confortable vida de la burguesía británica con parsimonia casi victoriana. Como si fuera un hermano de Jane Austen nacido en la posguerra, levanta castillos narrativos impecables, manuales de comportamiento políticamente correcto.

Pero más tarde o más temprano -es curioso que en sus últimos libros como Expiación o Sábado retrase al máximo el quiebre, mientras que en los primeros suele situarlo en el comienzo- un hecho fortuito, pero nunca casual, aparece y arrasa con la seguridad del imperio.

En Amor perdurable la ruptura es inmediata. Una pareja disfruta una tarde de sol en la campiña, con pic-nic y botella de vino, cuando a pocos metros se desata una tragedia absurda. Un globo aerostático tripulado por un niño es arrastrado por el viento y su abuelo no puede detenerlo. La pareja los mira por un instante y él -Joe- sale corriendo para ayudar a frenar el globo.

Tres hombres que pasaban por allí se suman y todos se cuelgan de las amarras del globo para intentar bajarlo. Las órdenes se contraponen, algunos le piden al nene que baje, otros que tire del cordón que expulsa el aire. En lo que McEwan llama "nuestro conflicto de mamíferos" se juega el destino de la historia y mucho más.

El viento vuelve a soplar y levanta a los cuatro hombres colgados de las sogas. Uno a uno se sueltan, eligen salvarse. Excepto el abuelo, que permanece colgado mientras el globo gana altura. Caerá unos cientos de metros más adelante y el golpe será mortal.

La culpa se ha disparado y la inalterable rutina de profesor universitario de Joe se convierte en un laberinto oscuro. Al otro lado, espera un Minotauro llamado Jed Parry, otro de los sobrevivientes del accidente del globo, que buscará redimirlo con su obsesión brutal. Un nuevo amor perdurable.

Imborrable: casi por obligación, la escena del globo. Pero también algunas de las discusiones entre Joe y Jed Parry.

Ficha
Amor Perdurable
Ian McEwan
Editorial Anagrama
1998
Precio: $23

Para leer:

domingo, 27 de mayo de 2007

El Evangelio según Abelardo

Para algunos puede resultar un poco estereotipada la visión de este monstruo sagrado, con biblioteca y pipas ad hoc. Y una memoria de militancia escrita en el cuerpo.

Sin embargo, a diferencia de otros mitos, cuando Castillo habla, suele tener algo para decir y automáticamente se vuelve un bicho raro. Un grillo de papel, un escarabajo de oro, un ornitorrinco.

Quizá por eso no habla demasiado. Quizá por eso aún no se ha convertido -y dudo que alguna vez lo haga- en una momia inofensiva, de las que habitan las catacumbas de los suplementos culturales.

En esta videoentrevista realizada por Clarín deja caer algunos retazos de su vida y, casi como por error, algo de literatura.


jueves, 24 de mayo de 2007

El Evangelio según Van Hutten - Abelardo Castillo

La Cumbrecita, Córdoba. La chica sentada en el puente descansa sus pies, como papeles secantes, en el agua. El mundo se condensa en ese instante, se vuelve gota de rocío. Y dos mil años de historia se escurren perezosos entre las piedras del arroyo.

En su casa tallada en la montaña, el arqueólogo Estanislao Van Hutten esconde un Jesús de papiros perdidos, esenio y revolucionario.

El hombre que descubrió a orillas del Mar Muerto el "Manifiesto Comunista de Dios" ha guardado durante casi cincuenta años el secreto de esos textos escritos en el idioma de los pobres y las putas. Pero ahora Van Hutten tiene ochenta y está dispuesto a dejarse descubrir por un historiador incrédulo, "aterrorizado por el miedo a creer".

El Evangelio... es una novela intensa, escrita a puro palo de ciego, pero con los ojos bien abiertos. Y al final logra quedarse pegada a la piel, se vuelve perfume.

Castillo bucea en las profundidades del conocimiento filosófico y teológico con una erudición casi fantástica. Pero a la vez mantiene a raya ese saber, para encuadrarlo en los límites menos pretenciosos -y mucho más ricos- de un relato policial.

En el silencio de la siesta pueblerina, mientras se arman y desarman las tormentas, una voz dulce le devuelve el sentido a los mitos. Y en el medio, esa mujer. La sobrina del arqueólogo, la chica del puente. Imágenes paganas.

Imborrable: la primera visión que el historiador tiene de Christiane, mientras juega al ajedrez.

Ficha
El Evangelio según Van Hutten
Abelardo Castillo
Editorial Seix-Barral
1999
Precio: $12

Para leer

miércoles, 16 de mayo de 2007

Mil visitas, una búsqueda

Los maestros Zen dicen que ellos no enseñan una vía para subir a la cima de la montaña, sino que la práctica de la meditación -Zazen- es la montaña. No hay ningún sitio adonde ir, no hay metas ni objetivos intelectuales. Sólo la realización concreta.

En otros términos: es inútil argumentar para tratar de llegar a algún tipo de conformidad con nosotros mismos y con lo que somos. Alcanza con practicar, practicar para comprender.

Vivir de la palabra escrita es un desafío, un sueño que muchas veces se convierte en pesadilla. Pero enseña algo de esa praxis... Enseña a escribir para comprender, para luchar, para liberarnos.

Las historias que leemos están dentro de cada uno de nosotros, sólo se trata de encontrar las palabras.

Este blog forma parte de esa búsqueda, personal e intransferible, como las deudas o las tarjetas de crédito. Como los amores y los fracasos.

Falsificar es ejercer ese resto de subjetividad que nos queda para resignificar lecturas, tiempos e imágenes y construir un pequeño mundo posible.

Gracias a los 1.000 que, en poco más de un mes, se acercaron para visitarlo.

jueves, 10 de mayo de 2007

Viene un barco cargado de...

Gracias a mi amigo Ariel logré reproducir este video que realizó la gente de la Universidad de Motril, en el que Sepúlveda nos cuenta la maravillosa historia del Winnipeg.

En 1939 y
por intermedio de Pablo Neruda, aquel viejo barco francés llevó a Chile más de dos mil inmigrantes que huían del franquismo. Allí viajaban gran parte de los hombres y mujeres que cambiarían para siempre el escenario político y cultural chileno.

Muchos de ellos provenían de campos de concentración en el sur Francia, adonde habían ido a parar tras el fin de la guerra civil. Embarcaron cerca de Burdeos y luego de más de un mes de navegación, hambrientos, vencidos, pero cargados de sueños, llegaron al puerto de Valparaíso, para seguir escribiendo la historia.


martes, 8 de mayo de 2007

Nombre de torero - Luis Sepúlveda

Juan Belmonte tiene nombre de torero, todo el mundo se lo dice. Pero su tiempo de cortar orejas ya pasó y hoy es apenas un combatiente retirado, casi vencido. Al igual que su autor, Belmonte está de vuelta de las cloacas del régimen pinochetista, sobreviviendo al epílogo de su propia batalla en la fría Hamburgo.

No demasiado lejos de allí, Frank Galinsky amanece en Berlín y descubre que también ha perdido su pequeña guerra sin disparar un solo tiro. Antiguo oficial de inteligencia del Ejército Popular Alemán, con la caída del muro comprendió que los antiguos uniformes y las medallas ganadas en Cuba, Nicaragua o Angola apenas valían unos pocos marcos en los mercados de pulgas del neoliberalismo.

"En la nueva Alemania no hay lugar para los que fracasan", le dijo su mujer antes de dejarlo por el dueño de una tienda y Galinsky supo que esa ciudad ya no era suya.

Mientras tanto, Belmonte trata de arrancarle una palabra a Verónica que apareció desnuda en un basural de Santiago luego de dos años de secuestro. Apenas "un cuerpo que emergió del mar de las desapariciones". Y ya no hace más que mirar un punto fijo en el espacio.

Pero, contra lo que podría esperarse del cuadro inicial, Nombre de torero, escapa a cualquier estereotipo, aferrándose con uñas y dientes a los mejores hábitos de la novela negra. Ésa es su tabla de salvación y la gran astucia de Sepúlveda para esquivar el simplismo mágico y construir una novela vibrante con olor a revancha.

Galinsky y Belmonte huirán hacia adelante para encontrarse en los confines de la Patagonia, tras las pistas de un botín que, como siempre, resulta ajeno.

Resisitir, camuflarse, aguardar agazapados. El destino de aquellos a los que sólo les queda el placer de la espera. Pero que aún esconden una botella de champagne para brindar sobre el cadáver de los asesinos.

Imborrable: la llegada de Belmonte a la Patagonia y su encuentro con el viejo demente en la pulpería.

Ficha
Nombre de torero
Luis Sepúlveda
Editorial Tusquets
Edición 1994
Precio $37

Para leer

martes, 1 de mayo de 2007

Una rareza

En 1962 el director francés Robert Enrico filmó un corto basado en el cuento de Bierce El puente sobre el Río del Búho.

El film, que se quedó con la Palma de Oro en Cannes y luego ganó un Oscar, fue reproducido dos años después en un episodio del mítico programa La dimensión desconocida. Escuchar la musiquita de la presentación ya vale la pena.

lunes, 30 de abril de 2007

Cuentos de civiles - Ambrose Bierce

En 1913, con 70 años, Ambrose Bierce abandonó su prestigio en la apacible San Francisco, cruzó la frontera con México y se fue a pelear, como si todas las guerras fueran la suya. En enero del año siguiente, durante el sitio de la ciudad de Ojinaga por las tropas de Pancho Villa, alguien dijo que había visto morir a un Gringo Viejo y medio loco. Su cuerpo fue uno de los miles que ardieron para evitar un brote tifus.

"Adiós, si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México, ¡ah, eso sí es eutanasia!", le había escrito a una de sus familiares antes de partir.

Bitter Bierce, como lo bautizaon sus amigos. Bierce el amargo, el irónico, el oscuro. Bierce el aventurero, dispuesto a morir acribillado en plena revolución, antes que ver escaparse los años desde la cama de algún hospital. Una vida capaz de opacar cualquier literatura.

Sin embargo, las anécdotas quedan reducidas a simples condimentos cuando se lee el primer cuento de este primo de Poe y Hawthorne, inspirador de Lovecraft y tantas veces señalado como uno de los padres del horror.

Desde Carlos Fuentes, hasta Rodolfo Walsh, quienes lo leyeron cargaron con la maldición de sus relatos que escapan a cualquier clasificación, se cuecen en la propia sangre y se quedan en la punta de la pluma para siempre.

Por eso, los ecos del fusilamiento que Bierce relata en El puente sobre el Río del Búho resuenan todavía en Operación Masacre, en aquel basural de José León Suárez donde Juan Carlos Livraga se convirtió en el fusilado que vive. Y ese otro Gringo de Choele-Choel comprendió que vida y literatura eran, al fin y al cabo, una misma cosa.

Imborrable: el ahorcamiento de Peyton Farkuhar.

Ficha

Ambrose Bierce
Cuentos de civiles
Editorial: Need
Edición: 1999

Para leer

sábado, 21 de abril de 2007

En el tintero...

Mientras comentaba Seda y andaba en busca de reseñas más inspiradas que las propias, descubrí el excelente blog El lector sin prisas, casi un primo español de Falsificaciones, pero sostenido por cuatro escritores.

En la misma recorrida fui a dar con un laburo de Baricco, alojado por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, en el que el italiano le hace justicia a la figura de Gordon Lish, el oscuro editor de Raymond Carver y al que se le atribuye buena parte de la identidad de los textos del padre del "realismo sucio".

Entre tanta basura pululando por la red a propósito de Seda y de su autor, me pareció que estos dos sitios se merecían su falsificación.

domingo, 15 de abril de 2007

Seda - Alessandro Baricco

Cuando la luz daña los ojos y un velo cubre la mirada, cuando la tarde se refleja en cientos de ventanas y es difícil imaginar otro mundo posible, la textura sutil de la fábula es un perfume irresistible.

Más allá de las estepas siberianas, al otro lado del océano, con los ojos vendados, alguien nos conduce hasta el corazón de un imperio donde un hombre espera sentado en su trono, jugando despreocupadamente con los cabellos de una chiquilla cuya mirada violenta "arranca a cada palabra la obligación de sonar memorable".

Hervé Joncour, uno de esos hombres "a los que les gusta asistir a su propia vida considerando impropia cualquier ambición de vivirla", descubre un día que no será militar como pretendía su padre y se transforma en un traficante que cruza el mundo una vez al año en busca de gusanos de seda.

A miles de kilómetros de su apacible hogar en la campiña francesa, Hervé teje la trama de una vida casi intangible, cargada de belleza y erotismo. En cada viaje a esa tierra onírica de la que nunca sabe si saldrá vivo es recibido por el misterioso soberano Hara Kei y vuelve a cruzarse con la inquietante muchacha.

Gestos y perfumes se suceden en ese reino de astuta lentitud. El futuro se dibuja en el vuelo de cientos de pájaros azules, se escribe en una carta, con tinta negra y solemnes ideogramas. Pero la caricia más exótica, espera al volver a casa.

Seda encierra la cadencia tenue de un poema en prosa, con la fuerza de las historias ancestrales. Y lo mejor de todo es que a su autor, como buen Homero posmoderno, las mieles de la posteridad lo tienen sin cuidado.

Imborrable: el primer encuentro de Hervé Joncour con Hara Kei y su intento por explicar quién es frente a los ojos de la chica.

Ficha
Seda
Alessandro Baricco
Editorial: Norma - Anagrama
Edición: 1997 - 2005
Precio: $22

Para leer

domingo, 8 de abril de 2007

Patrimonio - Philip Roth

A los 86 años, Herman Roth todavía tiene ganas de vivir un poco más. Al menos unos añitos, los que los médicos le suelten en gracia tras descubrirle un tumor cerebral que le paralizó parte de la cara y amenaza con dejarlo ciego. Para el viejo, la vida sigue teniendo algo de promesa y hazaña. Un judío que llegó a Estados Unidos con menos que nada y llegó a ser gerente de "una de las mayores compañías de seguros del mundo", no va a dejarse vencer así nomás.

El escritor famoso, el profesor de literatura y eterno candidato al Nobel, se despacha con un relato mucho menos pretencioso que La conjura contra América, pero potente como una pequeña bomba casera. Patrimonio navega entre el costumbrismo y la historia de clase media crecida al calor de un estado protector que se cayó a pedazos, dos tópicos lo bastante trillados como para lograr una vuelta de tuerca interesante.

Sin embargo, Philip Roth capitanea la enfermedad de su padre con párrafos cargados de intensidad, en los que no hay una sola palabra de más. Avanza rápido, a pura emoción y no deja tiempo para pensar: ¿Qué más se puede pedir?

Entretanto, el autor se permite volver, en dosis homeopáticas, sobre su tema central: la decadencia del imperio, la ruptura del New Deal y la alianza de clases que se enorgulleció de su american way of life. Pero Herman no acepta el fin de la promesa del bienestar, se niega a reconocer que, más tarde o más temprano, Hitler ganó la guerra.

En lugar de buscar, al mejor estilo Auster, los pocos rincones de Brooklyn donde sobrevive una Nueva York progre y tolerante, Roth huye a las afueras para mostrar el Newark de su infancia, la antigua tierra prometida de los inmigrantes. Sin lugar para la melancolía y más allá de las aristas de un sistema corrupto e impiadoso, la historia nos conduce a través de la búsqueda de ese patrimonio.

Para los que lo quieran encontrar, hallarán en lo profundo un trabajo de ingeniería, propio de uno de los grandes maestros del oficio. Pero, por sobre todas las cosas, se van a encontrar con un libro escrito con el corazón.

Imborrable: las preguntas de Herman al médico que quiere operarlo y su pedido de unos años más.

Ficha:
Patrimonio
Philip Roth
Editorial: Seix Barral
Edición: 2003
Precio: $33

domingo, 18 de marzo de 2007

Todo cuanto amé - Siri Hustvedt

La vida de Leo Hertzberg, el protagonista y narrador de Todo cuanto amé, se parece mucho a una postal neoyorkina, e invertir cinco años de trabajo y más de 450 páginas para describir una postal ya es todo un desafío en términos literarios. Pero en lugar de aceptarlo y jugarse a resolverlo, Hustvedt se hecha atrás y prefiere matizar de vez en cuando con un par de catástrofes obvias y algún amague de acción que no conduce a ninguna parte.

Resultado: como tratado de filosofía de la percepción que intenta ser por momentos, está a años luz de cualquiera de nuestros buenos muchachos deleuzianos/merleaupontianos que rondan las esquinas de Puán y, por qué no, de Ramos Mejía. Como novela, amén del aburrimiento y los golpes bajos, por momentos tuve la sensación de que estaba leyendo el libro de una obsesiva que escribe cada página como si refregara un azulejo.

La mujer de Paul Auster es extremadamente pulcra y ordenada, lo cual no tendría nada de malo si se jugara a escribir desde esa neurosis, como lo han hecho otros tantos. Sin embargo, como ella misma ha dicho, en sus obras busca abordar "algo que implique un desafío emocional". Pero parece que las emociones todavía se le resisten.

Por eso, el libro está plagado de juicios morales, a los que se suman ciertos párrafos destinados a lavar culpas generacionales y mucho de elitismo de los círculos intelectuales estadounidenses. Con semejante combinación, Todo cuanto amé aparece más cerca de la mala literatura europea -con su catequismo racionalista- que de la buena narrativa norteamericana.

Por otra parte, resulta difícil separar la novela de Hustvedt del ruido mediático que rodea a la pareja Auster, al menos en nuestro país. Esa forma de construirse -y venderse- como el impulsivo y la reflexiva puede andar bien en las góndolas del súper, pero a nivel literario habla más del agotamiento de la obra que de cualquier otra cosa.

Ficha:

Todo cuanto amé
Siri Hustvedt
Editorial: Anagrama
Edición: 2005
Precio: $39

lunes, 12 de marzo de 2007

Un excelente video-tributo

domingo, 11 de marzo de 2007

Islas a la deriva - Ernest Hemingway

Siempre que leo a Hemingway tengo la sensación de que la vida me está escatimando un par de emociones. Es casi como comer una barrita de cereal frente a la vidriera de Banchero. Sí, sí, ya sé que la muzzarella chorrea aceite, pero...

Más allá de la intencionalidad que hay detrás de ese efecto, el universo que crea es tan intenso que cualquier otro mundo posible parece edulcorado. Esa potencia arrasa con todo y reduce a simples anécdotas las fanfarronadas de machote, que tantas críticas le valieron.


Al igual que en otros libros de Hemingway reeditados por la misma editorial, el prólogo está a cargo de Rodrigo Fresán, quien se ocupa de rastrear la historia de esta novela póstuma, cuyo manuscrito fue rearmado y publicado en 1970, nueve años después de la muerte del autor. Como ocurre en todos los comentarios sobre Islas a la deriva, el fantasma del suicidio y los prolíficos detalles autobiográficos dominan la escena.


Lo que pasa es que en esta historia el viejo y su mar están más cansados que nunca. Por eso la tragedia le gana a la epopeya y los hombres se vuelven pequeños e indefensos hasta quedar a merced de las corrientes. Si la literatura es, como dice Walsh, "un avance laborioso a través de la propia estupidez", con este libro, Hemingway llega al final del camino. Ya no le queda un pelo de tonto y su eterno narcisismo zozobra hasta hundirse para siempre en las aguas del Golfo.


Con cerca de 50 años, la historia de Thomas Hudson y su deriva existencial se resiste a ser encasillada, reseñada y sepultada por escritos tan tontos como este. La novela del viejo gruñón todavía lastima, cae pesada, chorrea grasa. Si fuera una mayonesa o una gaseosa, Islas... ya tendría su versión light. Gracias a todos los dioses, no es nada de eso y puede conservar el aura de los libros endemoniados.


Imborrable: la llegada a Cuba, el reencuentro con Boise -el gato enamorado- y el viaje hasta el mítico Floridita, en el inicio de la segunda parte.


Ficha
Islas a la deriva
Ernest Hemingway
Editorial: DeBolsillo
Edición 2005
Precio: $19

Para leer:

lunes, 5 de marzo de 2007

La posibilidad de una isla - Michel Houellebecq

Las vidas de Daniel no son eternas pero se enlazan unas con otras a lo largo de 2 mil años. El tiempo que tarda el deseo en desaparecer y regresar. El tiempo que tarda un prisionero en saber que no logrará liberarse porque, finalmente, "la vida era real" y el universo, sólo una tierra baldía.

La posibilidad de una isla es la enternecedora lucha de un hombre por hacer pie en un mundo que se aniquila minuto a minuto. En el marasmo de esa sociedad incapaz de creer en nada, la inmortalidad se transforma en una nueva chance para la redención. Comfort y música para soñar, por los siglos de los siglos. Pero el fuego siempre está allí y un día volverá para arrasarlo todo.

El sueño de la razón ha creado un monstruo y Houellebecq nos lo presenta con una dosis de humor imprescindible. Ese hombre para el cual “el valor de un ser humano se mide hoy en día por su eficacia económica y su potencial erótico”, se despacha con una colección de postales del fin de la raza.

Unos pocos abandonos serán suficientes. Papeles firmados, mansiones vacías, muestras de sangre, algún que otro crimen pasional y unas cuantas cojidas memorables. Todo se termina para volver a nacer, purificado, en la absoluta asepsia del deseo.

Desde su útero digital, Daniel 25 va a ser incapaz de comprender las sensaciones de su antepasado humano -Daniel 1- . Pero de la mano de una tibia recuperación del cuerpo, con su ingenua carga de placer y dolor, se decide a salir para explorar los restos de aquel reino perdido.

Afuera sólo hay miseria y hordas de cortadores de cabezas que bailan junto a las llamas. Un pantano que huele a mierda, pero se ha vuelto a poblar de dioses. El mito está de regreso al calor de la hoguera. Y siempre se está a tiempo de morir, de una buena vez por todas.

Imborrable: el game over de Daniel 1 luego de la fiesta en la casa del amigo de su chica española.

Ficha
La posibilidad de una isla
Michel Houellebecq
Editorial Alfaguara
Edición 2005
Precio: $39

Para leer:

jueves, 1 de marzo de 2007

Asfixia - Chuck Palahniuk

La pregunta es: ¿Qué esperan de Palahniuk? Admito que mis expectativas eran un poco excesivas. Había leído el excelente relato Tripas (Guts), sabía que era el autor del El club de la pelea y no mucho más. Pero estaba convencido de que me iba a sacudir un par de estantes de la biblioteca. No fue para tanto.

Asfixia comienza con una advertencia que funciona, al mismo tiempo, como desafío. Inmediatamente después el relato se dispara y regala unas primeras páginas a pura potencia en las que el atormentado Víctor Mancini repasa los grandes fracasos de su vida. Desde una madre anarquista que iba y venía de la cárcel, hasta su fallido paso por la universidad como estudiante de medicina. Algunas relaciones entre la historia infantil y la personalidad del protagonista están un poco forzadas, pero la narración avanza tan rápido que las desprolijidadades, cuando aparecen, no molestan.

Mientras tanto, Víctor intenta recuperarse de su adicción al sexo en un grupo de autoayuda, visita a su madre en un asilo y trabaja como campesino del siglo XVIII en un parque temático. Y se asfixia, claro. Cada noche en un restaurante distinto. Su rutina consiste en simular un ahogo con un pedazo de comida para que el primer vecino de mesa que se acerque y lo ayude a volver a respirar se convierta en su salvador, se preocupe por él y le mande plata en el futuro. La vieja historia del muchacho que, en el fondo, sólo quiere que lo quieran.

Así las cosas, hacia la mitad del libro la trama se vuelve difícil de sostener y esa madeja construída con envidiable velocidad en las primeras páginas, empieza a mostrar puntos débiles. No obstante, la historia logra mantenerse a flote haciendo pie en las escenas bizarras -el registro que al autor le queda más cómodo-.

En el final, Palahniuk nos lleva por callejones a lo Easton Ellis y reproduce como en sordina los acordes más oscuros de Carver, para terminar de definir la figura de Denny, el amigo de Víctor que colecciona piedras levantadas de la calle a las que llama "mis bebés". A él recurre el protagonista antes de dar el gran salto e intentar convertirse en un héroe.

La determinación es graciosa y a la vez patética. Después de hacer que tantos simples mortales tuvieran sus cinco minutos de gloria salvándolo de sus ahogos, Víctor se lanza a enderezar su propia vida. Con el intestino obstruído por los restos de un juguete sexual y el convencimiento de que le espera un futuro de mesías, parece, por fin, listo para respirar solo.

Imborrable: los consejos que Denny le da a Víctor mientras construye un muro de piedras en un terreno baldío.

Ficha
Asfixia
Chuck Palahniuk
Editorial DeBolsillo
Edición 2001
Precio: $18

martes, 27 de febrero de 2007

Nunca me abandones - Kazuo Ishiguro

En Nunca me abandones, Ishiguro construye una coqueta cajita de cristal para, inmediatamente después, romperla en mil pedazos. Por eso, a medida que avanza la narración una tristeza que se adivinaba en lo profundo empieza a salir a la superficie hasta formar un nudo en la garganta. Sin embargo, no es un libro angustiante. Por el contrario, combina la flema británica con cierto orgullo samurai, para evitar lugares comunes y golpes bajos.

Los alumnos de Hailsham -un college inglés con licencias flower power- se perfuman de romanticismo y comparten un universo utópico donde la capacidad creativa y los productos artísticos se convirtieron en moneda de cambio. Hedonismo, belleza y felicidad. Pero, como suele pasar, algo huele mal en los jardines victorianos.

La podredumbre está allí desde el primer momento, aunque nunca llegue a encarnarse en nada ni nadie. No hay malos, no hay monstruos. Sólo nosotros mismos y el malestar que crece a medida que los chicos se vuelven adultos y descubren aquello que -al igual que el lector-, supieron desde siempre, pero habían preferido olvidar.

Los correctos jóvenes no irán a la universidad, no podrán ser cantantes, artistas o poetas, como soñaban de chicos. Nada de lo que aprendieron les servirá para construir un destino por fuera del rebaño de clones del que forman parte. Incapaces de reproducirse, creados y engordados para abastecer de órganos a una sociedad que los desprecia, se dan cuenta de que siempre han estado solos.

El autor ha dicho que sospecha de la perfección: en la tercera y última parte de la novela se encarga de demostrar por qué. El sueño de la razón, una vez más, se vuelve pesadilla y ese mundo perfecto se revela cruel y agotado. Entonces sólo quedan los recuerdos, las canciones, la esperanza, tan pueril, tan imperfectamente humana.


Imborrable: la escena en que Tommy le pide a Kathy que frene el auto y camina hacia el campo en medio de la noche para repartir patadas y trompadas al aire como cuando era chico.

Ficha
Nunca me abandones - Kazuo Ishiguro
Editorial Anagrama
Edición 2005
Precio: $34

Para leer: