sábado, 27 de octubre de 2007

Días y Viajes - Paul Bowles

Me pregunto por qué me cuesta tanto escribir sobre ciertos autores como Bowles, Bolaño o Walsh. Me respondo lo esperable: me importan demasiado. Y es que para quienes no tenemos otra religión que la literatura, cualquier invocación resulta escasa a la hora de nombrar a ciertas divinidades. Sin embargo, sé que algo de ellos anidó en mí y allí vivirá por siempre, reseñas y falsificaciones al margen.

Un viejo libro de relatos de Paul Bowles me ayudó a cruzar el Atlántico para unir la Isla Tortuga de Salgari, con el Hafa Café marroquí, donde los fumadores de kif se juntaban a intercambiar historias del desierto, de cara al estrecho de Gibraltar. Ese viaje me enseñó a crecer sin miedo, me demostró que si lo deseaba de corazón, las aventuras no se terminarían con la colección Robin Hood.

Desde entonces, he buscado cada una de las páginas del nómade con esa pasión que sólo pueden entender los fetichistas del libro. Pregunté por él en cada feria, en cada librería, en todas las bibliotecas que visité. En los lugares más insólitos logré conseguir sus novelas, las narraciones de viajes, las memorias, las cartas. A lo largo de los '90 casi toda su obra estuvo más o menos accesible en Argentina, pero se perdió pronto y hoy sólo es posible dar con clásicos como El cielo protector o alguna antología de cuentos. Por eso cuando algunas semanas atrás encontré Días y Viajes en el Parque Rivadavia tuve que hacer un esfuerzo para que el vendedor no notara que estaba dispuesto a pagar lo que me pidiera por ese ejemplar ajado de menos de 200 páginas. Como para confirmar que el objeto mágico esperaba también por mí, el precio fue casi simbólico.

Después de tres años, tenía por fin algo nuevo de Bowles para leer, aunque debo confesar que no albergaba grandes esperanzas. El librito parecía uno de esos típicos compilados ideados por algún editor inescrupuloso capaz de publicar hasta una lista del supermercado con tal que lleve la firma de algún escritor de culto. La primera parte, Días, se vende desde la solapa como el "único diario existente de Paul Bowles, que relata su vida entre 1987 y 1989, centrado en Tánger". Ya en el prólogo, el viejo taimado destruye el mito y aclara que el diario fue un pedido de su agente y que él se limitó a hacer "lo que podía" por el proyecto, con el único objetivo de demostrar cómo las horas del día "pueden llenarse de trivialidades".


El resultado incluye retazos de la cotidianeidad de un Bowles que a los 78 años recibe la visita de todos los que están de ida por su vida y su obra. Así pasan por su casa de Tánger Bernardo Bertolucci -que prepara la película basada en El cielo...-, Patricia Highsmith, los Rolling Stones y hordas de periodistas de los principales medios de Europa que acuden en busca de unas palabras del gurú, con el oscuro deseo de que puedan ser las últimas.

La segunda mitad, Viajes, resulta mucho más potente. La prosa de Bowles aparece en su faceta más despojada y jugosa para dar cuenta de teritorios tan reales como inimaginables. París, Fez, Madera, Taprobane y, por supuesto, Marruecos, se desgranan en miles de cristales bajo los ojos de un viajero lisérgico que logra como nadie sintetizar el movimiento externo y el interno llevando al límite las posibilidades de la crónica. Es que Bowles no se apropia del género; lo agota, lo rompe en mil pedazos. Y nos hace desear que el viaje no termine nunca.

Ficha
Días y Viajes
Paul Bowles
Editorial Seix Barral
1993

Para leer

domingo, 14 de octubre de 2007

La biblioteca de Alejandría

El sábado a la mañana un asunto familiar me llevó junto con mi hermano de excursión hasta Ezeiza. Arrancamos temprano y volvimos después del mediodía, con la mirada fija en la vías de ese tren que unió nuestra infancia y hoy sigue atravesando escenarios imposibles.

El ramal Cañuelas del Roca todavía traquetea con los vagones originales de cuando se electrificó el servicio, allá por mediados de los '80. Los asientos naranja se hamacan al ritmo de una cumbia zumbona y los vendedores ambulantes pasan uno tras otro. Pilas, medias, golosinas y una novedad: CDs con compilados que no hace falta probar porque el tipo los lleva sonando a todo volumen en un equipo a pilas colgado del hombro.

Miro por la ventana, nos acercamos a Banfield. Los acordes del último hombre orquesta se alejan hacia el fondo del vagón y los reemplaza la voz de un nuevo vendedor que anuncia con ganas "Julio Verne, Cortázar, Borges". Mi hermano me mira. "Bucay, Coelho, libros de autoayuda, de medicina, de matemática, enciclopedias". Levanto la cabeza esperando encontrar un viejo vendedor de literatura de cordel. "Más de mil libros para leer en la PC", aclara entonces la voz y el brazo agita un CD por sobre las cabezas de los pasajeros. Cuando por fin se acerca, mi hermano ya tiene un billete de $5 en la mano. Pero el librero digital y ambulante sabe que su oficio no es como el del vendedor de medias. Por eso, antes de entregarnos la fuente de la sabiduría nos regala una explicación acerca de cómo la cultura está ahora "al alcance de la mano".

El CD, que incluye software pirata como corresponde, trae 2.500 ebooks de toda índole. Los nombres se mezclan en una ensalada imperdible regida apenas por el (des)orden alfabético: 16 libros de Ambrose Bierce conviven con las Crónicas de Narnia, América de Kaflka se cruza con toda la saga de Harry Potter, Vigilar y castigar aguarda tras los Nueve libros de la Historia de Heródoto.

Cuando bajé en Constitución me descubrí guardando el disco en la mochila y acariciando las tapas ajadas de los poemas de Paul Bowles que suelo llevar como talismán de viaje. Por los altoparlantes de la estación un grito de lata hablaba de un servicio interrumpido.

viernes, 5 de octubre de 2007

Placeres prohibidos

Unicef puso en marcha una campaña para promocionar la lectura entre los adolescentes. Más allá de la efectividad o no del recurso y de las sospechas que despierta el biblio-marketing en cualquiera de sus formatos, la idea es original. La agencia europea que diseñó los afiches eligió alejarse de las moralinas del tipo "dejá el paco, volvé con tu novia", tan habituales a la hora de evangelizar juventudes, y apostó por el deseo.


"Si leer estuviera prohibido, ¿estarías tentado de probar?", arriesga el eslogan. Mirá y tentate.



Vía: capitulodos