viernes, 28 de septiembre de 2007

El reencuentro de Viola y el barón

En su disco Ofrenda, editado en 2001, Pedro Guerra incluyó una canción inspirada en un fragmento de El barón rampante: el del regreso de Viola y su reencuentro con Cosimo, quien le jura que ha cumplido su promesa de no bajar nunca más al suelo. Ella lo desafía: "Haz vivido trepado a las ramas y los árboles, sólo por mí". Él acepta.

Alguna vez me gustó mucho la música de Pedro Guerra, alguna vez también comencé a alejarme. Y hoy me cuesta escucharlo. Me pasa con muchos músicos de mi adolescencia y también con algunos escritores -Benedetti, por ejemplo-. No sé si es aburrimiento o falta de espesor en las propias obras lo que hace que uno se canse. O tal vez la necesidad de ver otros mundos y mezclarse con otros discursos, menos declamativos, menos adjetivados, menos políticamente correctos.

A pesar de todo, aún hay algo del pibe que fui que vive en estas canciones. Temas simples, de los tiempos en que el amor era una sorpresa, el calor las vacaciones y la muerte un problema de otros. Hoy las cosas se han puesto un poco más complicadas.

lunes, 24 de septiembre de 2007

El barón rampante - Italo Calvino

Era la primavera de 1767 cuando Cosimo Piovasco de Rondó, hijo del Barón Arminio, quebró la ceremoniosa atmósfera del almuerzo familiar al negarse a comer un plato de caracoles. Acto seguido, se calzó su tricornio, salió al jardín y se trepó a un árbol. Tenía 12 años. Nunca más bajó.

Era el otoño de 1956 cuando una controfensiva lanzada por el Politburó soviético aplastó la revolución anti estalinista en Hungría que buscaba su propia vía democrática al socialismo. El nuevo gobierno masacró a miles de civiles y suprimió toda expresión política hasta mediados de los años '80. Ése fue el plato de caracoles que rechazó Italo Calvino. Acto seguido renunció al Partido Comunista italiano y con él a la escritura neorrealista, para subirse al árbol de la fábula. Tenía 33 años. Nunca más bajó.

Desde las ramas de un viejo acebo, el mundo cobra nuevas formas y Cosimo empieza a construir su propio laberinto. Se convierte en un vigía ilustrado, obsesionado por acercarse a su comunidad sin resignarse a poner jamás los pies sobre la tierra: "Un solitario al que sólo la gente le importaba". Casi como un ermitaño en París.

Sólo Viola, la hija de los vecinos marqueses de Ondarivia, es capaz de hacerlo trastabillar. Por ella bajaría de los árboles, por ella lo dejaría todo. Sin embargo, cuando llega el momento de elegir, Cosimo se sincera: "No puede haber amor si uno no es uno mismo con todas sus fuerzas". Y ella, reprimiendo las ganas de subir a besarlo, sella la despedida: "Pues entonces sé tú mismo solo".

Fuera de las iglesias, las cortes, las burocracias, apenas si alcanzan las manos para trepar por cortezas arrasadas. Una vida se abre a golpe de machete y no deja leña para quemar cuando llega el frío. Pero en el bosque la noche espera a los amantes que huyeron de matrimonios por conveniencia. Reserva para ellos el mayor compromiso, el de no traicionarse.

Imborrable: el primer encuentro de Viola y Cosimo.

Ficha
El barón rampante
Italo Calvino
Editorial Siruela
2001
Precio: $52

Para leer: