Escribir, perder el tiempo y tirar televisores
En esta entrevista realizada por la gente de la Audiovideoteca de escritores del Gobierno de la Ciudad -hoy amenazados por el desguace que pactaron Telerman y Macri-, Cozarinsky le pone nombre a los silencios, a la falta de ganas, a la estupidez que se apodera de uno cuando no se puede escribir.
El reloj de arena se da vuelta en cuanto dejamos el teclado y en ese momento empieza un recorrido que se transita con más o menos angustia. Salir, tomar, jugar al solitario o mirar la televisión hasta, literalmente, necesitar tirarla a la basura. Todo vale, todo es parte de la búsqueda.
Hasta que un día, más temprano que tarde, el mundo se revela tan aburrido y hediondo como siempre. Entonces, sólo queda contar un cuento, como el único antídoto posible para neutralizar el veneno del tiempo.
En esta entrevista realizada por la gente de la Audiovideoteca de escritores del Gobierno de la Ciudad -hoy amenazados por el desguace que pactaron Telerman y Macri-, Cozarinsky le pone nombre a los silencios, a la falta de ganas, a la estupidez que se apodera de uno cuando no se puede escribir.
El reloj de arena se da vuelta en cuanto dejamos el teclado y en ese momento empieza un recorrido que se transita con más o menos angustia. Salir, tomar, jugar al solitario o mirar la televisión hasta, literalmente, necesitar tirarla a la basura. Todo vale, todo es parte de la búsqueda.
Hasta que un día, más temprano que tarde, el mundo se revela tan aburrido y hediondo como siempre. Entonces, sólo queda contar un cuento, como el único antídoto posible para neutralizar el veneno del tiempo.
1 comentario:
Es muy cierto. Escribir, escribir… tantas veces más anhelo que práctica, en la vorágine de corridas, con auto-justificaciones del tipo tal día me siento, siempre después, siempre más tarde, tal vez cuando primero lea tal cosa, o cuando vea tal otra, eternamente posponiendo ganas frente a obligaciones, invariablemente relegando al deseo para otro día.
Publicar un comentario