
Más allá de la intencionalidad que hay detrás de ese efecto, el universo que crea es tan intenso que cualquier otro mundo posible parece edulcorado. Esa potencia arrasa con todo y reduce a simples anécdotas las fanfarronadas de machote, que tantas críticas le valieron.
Al igual que en otros libros de Hemingway reeditados por la misma editorial, el prólogo está a cargo de Rodrigo Fresán, quien se ocupa de rastrear la historia de esta novela póstuma, cuyo manuscrito fue rearmado y publicado en 1970, nueve años después de la muerte del autor. Como ocurre en todos los comentarios sobre Islas a la deriva, el fantasma del suicidio y los prolíficos detalles autobiográficos dominan la escena.
Lo que pasa es que en esta historia el viejo y su mar están más cansados que nunca. Por eso la tragedia le gana a la epopeya y los hombres se vuelven pequeños e indefensos hasta quedar a merced de las corrientes. Si la literatura es, como dice Walsh, "un avance laborioso a través de la propia estupidez", con este libro, Hemingway llega al final del camino. Ya no le queda un pelo de tonto y su eterno narcisismo zozobra hasta hundirse para siempre en las aguas del Golfo.
Con cerca de 50 años, la historia de Thomas Hudson y su deriva existencial se resiste a ser encasillada, reseñada y sepultada por escritos tan tontos como este. La novela del viejo gruñón todavía lastima, cae pesada, chorrea grasa. Si fuera una mayonesa o una gaseosa, Islas... ya tendría su versión light. Gracias a todos los dioses, no es nada de eso y puede conservar el aura de los libros endemoniados.
Imborrable: la llegada a Cuba, el reencuentro con Boise -el gato enamorado- y el viaje hasta el mítico Floridita, en el inicio de la segunda parte.
Ficha
Islas a la deriva
Ernest Hemingway
Editorial: DeBolsillo
Edición 2005
Precio: $19
Para leer:
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