lunes, 5 de marzo de 2007

La posibilidad de una isla - Michel Houellebecq

Las vidas de Daniel no son eternas pero se enlazan unas con otras a lo largo de 2 mil años. El tiempo que tarda el deseo en desaparecer y regresar. El tiempo que tarda un prisionero en saber que no logrará liberarse porque, finalmente, "la vida era real" y el universo, sólo una tierra baldía.

La posibilidad de una isla es la enternecedora lucha de un hombre por hacer pie en un mundo que se aniquila minuto a minuto. En el marasmo de esa sociedad incapaz de creer en nada, la inmortalidad se transforma en una nueva chance para la redención. Comfort y música para soñar, por los siglos de los siglos. Pero el fuego siempre está allí y un día volverá para arrasarlo todo.

El sueño de la razón ha creado un monstruo y Houellebecq nos lo presenta con una dosis de humor imprescindible. Ese hombre para el cual “el valor de un ser humano se mide hoy en día por su eficacia económica y su potencial erótico”, se despacha con una colección de postales del fin de la raza.

Unos pocos abandonos serán suficientes. Papeles firmados, mansiones vacías, muestras de sangre, algún que otro crimen pasional y unas cuantas cojidas memorables. Todo se termina para volver a nacer, purificado, en la absoluta asepsia del deseo.

Desde su útero digital, Daniel 25 va a ser incapaz de comprender las sensaciones de su antepasado humano -Daniel 1- . Pero de la mano de una tibia recuperación del cuerpo, con su ingenua carga de placer y dolor, se decide a salir para explorar los restos de aquel reino perdido.

Afuera sólo hay miseria y hordas de cortadores de cabezas que bailan junto a las llamas. Un pantano que huele a mierda, pero se ha vuelto a poblar de dioses. El mito está de regreso al calor de la hoguera. Y siempre se está a tiempo de morir, de una buena vez por todas.

Imborrable: el game over de Daniel 1 luego de la fiesta en la casa del amigo de su chica española.

Ficha
La posibilidad de una isla
Michel Houellebecq
Editorial Alfaguara
Edición 2005
Precio: $39

Para leer:

1 comentario:

Patricio Eleisegui dijo...

Qué decir... Heredera directo del sinsentido, el hastío de las sociedades que ya están de vuelta, y la certeza del placer como única instancia en la que la basura huele un poco menos a podrido (aunque un segundo después de la eyaculación el hedor sea el doble de insoportable) –elementos ya vomitados y esparcidos con el dedo por Houellebecq en sus obras anteriores– “La Posibilidad de una Isla” se me hace un libro que se eleva cuanto más desciende.

¿Qué digo con esto? La cosa arranca tibia para mi gusto, un poco abrupta por la diferencia de registros entre Daniel 1 y su clon de ¿cien? años después. En este último caso, el tono a veces adquiere un tono poco creíble, al estilo “Los humanos tenían la costumbre de vivir agrupados y disfrutaban el intercambio de fluidos corporales...”. Casi previsible...

Pero... Houellebecq es Houellebecq. Y todo arrebato de previsibilidad no es más que una cortina de humo. Una mentira que sienta bien. Y Daniel 1 es tan exitoso como desgraciado. Y el mundo que él desprecia ama furiosamente ese desprecio. Claro está: la burla es inevitable. También el dolor: ¿cómo puede ser que uno saque lo peor de todas las personas y las supuestas víctimas respondan a ese atrevimiento con un aplauso?

La Posibilidad de una Isla es, en cierto modo, eso: una mezcla de contradicciones. De humoristas que se ufanan de la decadencia y son celebrados por eso. De animalitos que buscan amor pero cuando éste se les ofrece, arrojan todo a un costado para cojer (Es de put... poner cojer con “g”) con el primer engendro exótico que se les cruza. Mujeres que odian el sexo pero aman a un perro. El placer carnal como lo único real. El único fin. La única respuesta (equivocada)

La carne... el cuerpo. Pezones, impotencia, labios vaginales y “el profeta tenía una polla corta y gruesa”. ¿Hay más que eso? Houellebecq nos reduce a la escala de Hombres de Java. Y pone sobre el tapete lo cíclico de un mono estúpido que inventó el teléfono celular y la internet inalámbrica para... volver a pensar en “Pezones, impotencia, labios vaginales y ‘el profeta tenía una polla corta y gruesa’”.

Nos devuelve a la caverna. Como ya lo comenté: una mezcla de contradicciones.

Más atrás queda la vida eterna. Que no sirve para nada porque no puede ser usada para nada. Nuevamente, el exotismo ante lo nuevo y el excedente de dinero para apostar a distracciones que duran lo mismo que un orgasmo...

Houellebecq es tan europeo que asusta... Y tan creíble, palpable, visible en los objetos y las actitudes que es difícil no sentirse tocado en alguno de los puntos que él aborda con tanto cinismo. Aplaudo su humor negro: la vida, el hoy, son tan terribles que si uno no se ríe, se muere. Y morir no tiene sentido.

La Posibilidad de una Isla es otra buena metáfora con final infeliz: ya no hay lugares adónde ir.



Un abrazo.


Patricio.


Pd: “¡A danzar con el tiempo que nos mata!” (Bataille say)