jueves, 24 de julio de 2008

Cuadernos del desasosiego

La Biblioteca Nacional de Portugal acaba de digitalizar y subir a la web veintinueve cuadernos de Fernando Pessoa en los que pueden leerse apuntes, poemas, notas domésticas y hasta juegos con palabras en diferentes idiomas.



Los heterónimos, esas múltiples personalidades que lo volvieron único, habitan también en cada una de las libretas. La colección está dividida en dos partes: por un lado se presentan los cuadernos firmados por el propio Pessoa, por el otro, aparecen los de su alter-ego Alberto Caeiro.

Como lo hizo con Ricardo Reis, Álvaro de Campos y muchos otros heterónimos, Pessoa también trazó una biografía de Caeiro. Este "maestro", que siempre me ha recordado al Astrólogo de Los siete locos, es quien llega para rescatar al poeta de las dudas y el misticismo en marzo de 1914. Ese mismo día Pessoa/Caeiro escribe más de treinta poemas de corrido, los cuales forman parte de uno de los cuadernos hoy digitalizados: O guardador de rebanhos.



Caeiro es el poeta de las sensaciones, desprecia todo simbolismo y es el único heterónimo que no escribió prosa. Según Reis (sí, en el universo Pessoa un heterónimo puede definir a otro ¡y criticarlo!) "la vida de Caeiro no puede narrarse pues no hay en ella más que contar. Sus poemas son lo que hubo en su vida. En todo lo demás no hubo incidentes, ni hay historia".

La frase recuerda otro escrito del portugués que Luis Eduardo Aute transformó en canción: "El mundo es lo que a él traemos / todo existió porque existí/ hay porque vemos / ¡Y hay mundo porque yo lo vi!".

Para mí, pensar en Pessoa sigue siendo pensar en fragmentos. Múltiples cristales rotos a los que jamás les preocupará recuperar la unidad. Cada uno de ellos lleva en sí un reflejo, la promesa de una luz infinita. Este fragmento de Escrito en un libro abandonado en un viaje lo define entero:


"Tengo el cansancio anticipado de lo que no voy a encontrar. Si en determinado momento me hubiera vuelto para la izquierda en lugar de para la derecha. Si en cierto instante hubiera dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí. Si en determinada conversación hubiese tenido frases que sólo ahora en el entresueño elaboro. Si todo esto hubiera sido así hoy sería otro y quizá el Universo entero sería insensiblemente llevado a ser otro también. Pero sólo ahora lo que nunca fui ni seré me duele. Voy a pasar la noche a Sintra porque no puedo pasarla en Lisboa pero cuando llegue a Sintra me va dar pena de no haberme quedado en Lisboa. Siempre esta inquietud sin resolución, sin nexo, sin consecuencia. Siempre, siempre, siempre. Esta angustia excesiva del espíritu por nada. En la carretera de Sintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera de la vida. A la izquierda hay una casucha al borde de la carretera. A la derecha, el campo abierto con la luna a lo lejos. El auto que parecía hace poco proporcionarme libertad es ahora algo en lo que estoy encerrado. A la izquierda, hacia atrás, la casucha modesta. La vida allí debe ser feliz sólo porque no es la mía. Si alguien me ha visto desde la ventana de la casucha soñará: ese que va en el auto es feliz".


Para leer:

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