Mamihlapinatapai. Una mirada
¿Qué acciones abarcaría esta definición? ¿Se mirarían dos yámanas antes de asaltar una presa de caza? ¿Al comenzar a remar para impulsar sus canoas? ¿O antes de tener sexo? ¿Mamihlapinatapai describiría una situación frecuente, o algo excepcional? Es difícil saberlo. Lo cierto es que la palabra implica un alto nivel de abstracción, además del poder de síntesis destacado por los Guinness boys.
El rescate de la lengua yámana se lo debemos en gran parte a Thomas Bridges, uno de los misioneros de la Patagonian Missionary Society que se preocupó por aprender el idioma de los nativos y escribió un primer diccionario yámana-inglés que incluía más de 30 mil términos. Bridges también fundó el primer asentamiento cerca de lo que hoy es Ushuaia.
Sin embargo, el proyecto debió enfrentar el reclamo de voces humanitarias -predecesores de los actuales defensores de los derechos de migrantes y refugiados- que se oponían a la exposición de los indios como fenómenos de circo. La presión fue tal que Fitz Roy decidió acelerar el regreso de los yámanas a la Tierra del Fuego y los incorporó a su viaje de 1831, otra vez a bordo del Beagle. Esta vez, los yámanas contarían con un excepcional compañero de travesía: el joven naturalista Charles Darwin, cuyas discusiones con Fitz Roy -acérrimo defensor de las teorías creacionistas- se convirtieron en una expresión más del clásico clima de época.
Los tres yámanas sobrevivientes fueron devueltos a sus islas y poco más se supo de ellos, hasta que en 1834 el Beagle, de regreso a Inglaterra, volvió a pasar por las islas. Allí se reencontraron con Jemmy, cuyo verdadero nombre era Orundellico. El yámana conservaba un buen manejo del inglés pero había vuelto a usar su vestimenta tradicional y rechazó todos los ofrecimientos que le hicieron para volver a Europa.
Más de veinte años después, Orundellico fue acusado de organizar una rebelión contra la primera misión evangelizadora que la Patagonian Missionary Society montó en las islas. Como resultado del ataque de los yámanas -a los que todos los cronistas describen como absolutamente pacíficos, pero que imagino estarían hartos de ser objeto de experimentación- el grupo de misioneros británicos fue masacrado en su refugio de la bahía de Wulaia. Jemmy murió en 1863. Poco después, uno de sus hijos siguió sus pasos y visitó Inglaterra guiado por otro misionero, Waite Stirling.
La historia de Orundellico, o Jemmy Button, fue contada por Bruce Chatwin en el increíble Patagonia. La escritora argentina Sylvia Iparraguirre también le dedicó su novela La Tierra del Fuego. Y lo más extraño de todo: husmeando en la red para escribir este post me encuentro con que el bueno de Jemmy pronto tendrá una película, realizada por dos productoras chilenas.
1 comentario:
Beso grande
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